Si sientes que las familias de tus estudiantes no colaboran lo suficiente con la escuela, probablemente tienes una serie de hipótesis sobre por qué tantos padres y apoderados parecen indiferentes o “ausentes”. Puede ser que no asistan a reuniones de apoderados, que no acudan a las entrevistas o que parezcan no escuchar cuando se les informa de un problema. Pero, ¿cuáles son realmente las razones detrás de este bajo involucramiento?
Mitos y Realidades del Involucramiento Familiar
Investigaciones recientes muestran que el bajo involucramiento parental se debe a razones más complejas de lo que solemos asumir. En realidad, muchos padres y cuidadores albergan creencias negativas sobre su capacidad para apoyar a sus hijos en el aprendizaje, lo que lleva a una menor participación. Esto se da particularmente en contextos de vulnerabilidad, donde las familias pueden sentir que no tienen las herramientas para ser “buenos aliados” de la escuela o que su apoyo no es realmente valorado. Además, cuando la información que reciben de la escuela es abundante y difusa, se puede generar confusión sobre los objetivos prioritarios.
Por otro lado, en Chile, los propios docentes y directivos también suelen tener creencias negativas sobre estas familias, percibiéndolas como poco competentes o desinteresadas. En estos casos, la comunicación tiende a ser jerárquica y unidireccional, limitando las oportunidades de diálogo y cooperación auténtica. Con esta “ecuación perfecta”, la brecha entre familia y escuela se amplía y el involucramiento se debilita.
Muchas veces las escuelas enfrentan el bajo involucramiento parental con “educación” a las familias. Pero normalmente este enfoque educativo tiene pocos resultados porque llegan muy pocos padres.
Hay familias que no quieren ser “educadas”, otras que no van porque se sienten aún más culpables cuando les dicen cómo tienen que hacer las cosas en casa.
Un Nuevo Enfoque: La Alianza Familia-Escuela según Joyce Epstein
La colaboración entre familia y escuela no siempre ha sido vista como algo esencial. En décadas anteriores, se asumía que la escuela se encargaba de ciertos aspectos del desarrollo de niños y jóvenes, y la familia de otros. Sin embargo, hoy en día sabemos que cuando la familia y la escuela trabajan juntas, los estudiantes se benefician en todos los ámbitos de su desarrollo.
La investigadora Joyce Epstein, de la Universidad John Hopkins, nos invita a pensar en esta colaboración como una verdadera alianza, donde tanto docentes como padres reconocen sus roles en el desarrollo de los estudiantes. Epstein describe esta alianza con un equilibrio único: “Las escuelas se vuelven como familias cuando acogen a todas las familias, sin importar las barreras aparentes, y logran que cada niño se sienta especial e incluido. Las familias, por su parte, se convierten en escuelas cuando refuerzan el valor de la educación y apoyan activamente el aprendizaje en casa.”
Reflexionar para Colaborar: Desterremos los Juicios
Para iniciar una alianza auténtica, es fundamental reflexionar sobre los juicios que existen hacia los distintos tipos de familias. No existe una única manera correcta de involucrarse en la educación de los hijos: algunas familias apoyarán en tareas, otras proveerán amor y contención, y otras se destacarán en la participación activa en la escuela. En lugar de esperar que todos colaboren de la misma manera, es valioso reconocer y respetar los diferentes aportes que cada familia puede hacer.
Pasos para Crear una Alianza Familia-Escuela
Fomentar la comunicación bidireccional: No sólo enviar comunicaciones a las familias, es necesario crear espacios donde las familias puedan expresar sus inquietudes y ser escuchadas sin juicio. Y también implica pedir información a las familias sobre cómo es el estudiante en casa y cómo es la cultura del hogar.
Definir expectativas claras: Orientar a las familias sobre las metas prioritarias que tenga la escuela para el desarrollo de los estudiantes y cómo pueden apoyar en casa de manera concreta. Si el foco es la asistencia, entonces, comunica sistemáticamente sobre ese objetivo de distintas maneras para llegar al mayor número de familias.
Reconocer y valorar los aportes: Agradecer y visibilizar las diversas formas en que cada familia contribuye, evitando estereotipos y críticas.
Al integrar estos principios, podemos transformar la relación familia-escuela en una colaboración efectiva y sostenible. Este cambio no solo mejora la experiencia educativa de los estudiantes, sino que fortalece la comunidad escolar y ofrece a las familias la oportunidad de participar de manera activa y positiva en el desarrollo integral de sus hijos.
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