
El inicio del año escolar es como un nuevo amanecer, una oportunidad para renovar energías y reencontrarnos con la pasión por la educación. Tras un merecido descanso, es probable que muchos vuelvan renovados y con energía. Y es que cuando nos sentimos bien, nuestra mente funciona mejor: somos más optimistas, nos sentimos capaces de afrontar desafíos y regulamos mejor nuestras emociones. Sin embargo, el ritmo escolar es intenso, y ese "efecto vacaciones" puede desvanecerse rápidamente si no cultivamos hábitos de bienestar a lo largo del año.
Como bien señala Sonja Lyubomirsky, investigadora de la Universidad de California, nuestro bienestar depende en un 40% de nuestras acciones voluntarias y hábitos diarios. Este es un dato esperanzador, ya que nos muestra que tenemos un gran margen de control sobre nuestra propia felicidad y salud mental. Más allá de la genética y las circunstancias externas, nuestras elecciones cotidianas, como la actividad física, el sueño, las relaciones sociales y la regulación emocional, juegan un papel determinante.
Hábitos de Pensamiento: El Poder de la Mente:
Dentro de estos hábitos, nuestros patrones de pensamiento son especialmente poderosos. Algunos favorecen el optimismo y la resiliencia, mientras que otros pueden generar ansiedad, tristeza o desesperanza.
¿Somos conscientes de cómo pensamos? ¿Nuestros pensamientos nos impulsan o nos limitan? A menudo, caemos en trampas mentales que socavan nuestro bienestar, como atribuir nuestros éxitos a la suerte, rumiar sobre el pasado o catastrofizar el futuro.
La buena noticia es que los pensamientos también son hábitos y, como tales, pueden modificarse con práctica y conciencia.
La Rumiación vs. el Saboreo:
La rumiación, ese bucle interminable de pensamientos negativos, nos agota y nos impide avanzar. En cambio, el saboreo, la práctica de revivir momentos positivos y anticipar futuros éxitos, nutre nuestra alma y fortalece nuestra resiliencia.
Una estrategia efectiva para combatir la rumiación es el registro diario de tres cosas positivas. Este simple ejercicio entrena nuestra mente para enfocarse en lo bueno, cultivando la gratitud y el optimismo.
Catastrofizar vs. Cuestionar Creencias:
Catastrofizar, esa tendencia a imaginar los peores escenarios posibles, nos paraliza y nos llena de ansiedad. Para contrarrestarla, podemos practicar el cuestionamiento de creencias, preguntándonos: ¿Es realmente tan terrible como lo imagino? ¿Existen otras posibilidades?
Imaginar que esos pensamientos negativos son de otra persona, y pensar que consejo le dariamos, es una excelente practica.
Pensamientos positivos en la escuela
Practicar hábitos del pensamiento positivos en la escuela puede ser una excelente forma de contribuir al bienestar de toda la comunidad escolar. Hay muchas formas creativas de hacerlo. Acá te dejamos algunas ideas:
Cerrar cada clase o reunión con la siguiente pregunta: ¿Qué fue lo mejor de esta clase/reunión?
Iniciar la clase o reunión con la pregunta: ¿Qué fue lo mejor que te pasó ayer?
Cuando ocurran cosas positivas detenerse y apreciarlas conscientemente. Incluso pequeños logros pueden ser disfrutados. Si en una clase hubo buen comportamiento, termina resaltando lo que has visto, agradeciendo y felicitando. Compartir esos eventos positivos con otros colegas, esparcir buenas noticias.
Tener un mural de gratitud en las salas o en la sala de profesores.
Cuando ocurran eventos más negativos, también detenerse y frenar la catastrofización: “esto nunca va cambiar” ¿es realmente inmodificable? ¿podría ser de otra manera? ¿qué tenemos que hacer para que sea diferente?
El bienestar no es solo una cuestión de circunstancias, sino también de elección y práctica diaria. Cultivar hábitos de pensamiento saludables es tan importante como llevar una vida activa o dormir bien. A medida que avanza el año escolar, docentes y asistentes pueden beneficiarse enormemente de la práctica consciente de estos hábitos para mantener su bienestar y afrontar con energía y optimismo los desafíos del año.
Comments