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TEMAS DE VACACIONES: ¿Cómo regular el uso de las pantallas?

Vacaciones significa muchas horas libres para niños y adolescentes. ¿Cómo están usando esas horas? Esta es la pregunta que debemos hacernos los padres antes de pensar en la forma adecuada de regular el uso de las pantallas durante estas vacaciones.

Según un estudio del centro de estudios Tren Digital (www.tren-digital.cl) en Chile el 55% de los adolescentes pasa entre 3 a 6 diarias horas usando un smartphone y un no menor 35% lo hace más de 6. A estas horas debemos sumar el tiempo que pasan en la televisión, computador personal o de la casa, tablet y consolas de videojuegos. Además, la edad promedio a la que reciben su primer smartphone es 10 años los principales usos de las pantallas son en redes sociales, para entretención y mucho más abajo el aprendizaje.

Un ejercicio interesante de hacer es cronometrar en un día normal cuánto tiempo pasa tu hijo o hija frente a una pantalla, contando cada minuto. Luego contrastar con las recomendaciones de varias asociaciones de pediatría, como las de EEUU, Canadá y Australia, así como muchos expertos en neurociencia y desarrollo infantil:

De 0 a 3 años, no usar pantallas

De 3 a 7 años, ½ a 1 hora

De 7 a 12 años, 1 hora

12 a 15 años, 1 hora y ½

Después de los 15 años, 2 horas máximo.

Hay muchas razones para estas recomendaciones, que pueden parecernos súper restrictivas, especialmente en vacaciones. Algunos datos importantes que tenemos que conocer para entender por qué.

El cerebro del niño y el adolescente no funciona igual que el de los adultos, aún hay zonas no desarrolladas o no completamente. En los más pequeños, la corteza cerebral inmadura no es capaz de procesar las imágenes y la velocidad con que suceden las cosas en el mundo virtual, esto hace que sus sistemas límbico y reptil reciban los estímulos de las pantallas sin filtro. Para su cerebro es lo mismo que para nosotros sería recibir un constante golpeteo en la frente. Al cabo de un rato aumenta ele strés y hay una mayor reactividad. Esto explica las reacciones desrreguladas cuando tenemos que quitarle una pantalla a un niño de tres o cuatro años.

En los niños menores de diez años aún no se ha desarrollado completamente la capacidad del razonamiento abstracto, ni la capacidad de entender cabalmente la relaciones causa efecto. Esto significa que por ejemplo cuando están viendo una película no pueden de hacerse preguntas internamente al mismo tiempo y pierden más fácilmente la noción del tiempo.

En los adolescentes, si bien hay una capacidad de autorregulación mayor, hay que considerar que las redes sociales y los videojuegos, especialmente los violentos, son estimulándores de la dopamina, y en su sistema de recompensas alterado por la etapa de desarrollo en que están, los hace más susceptibles a la adicción.

A toda edad, el uso de las pantallas implica una atención voluntaria disminuida. La atención voluntaria se refiere a la habilidad auto dirigir la concentración hacia metas u objetivos propios, y es un buen indicador del rendimiento académico, así como de la consecución de logros en la adultez. Frente a las pantallas nuestra atención se ve capturada por lo que el director de un programa o película, el programador de un juego, el YouTuber, el creador de una red social, los genios del marketing, han determinado previamente que tenemos que ver. Obviamente cuando tenemos una relación interactiva con la pantalla tenemos que usar más conscientemente nuestra atención, pero aún así no es totalmente autónoma.

No quiero parecer contraria al uso de las nuevas tecnologías, esa postura es demasiado radical en un mundo absolutamente tecnologizado. A través de las pantallas nuestros hijos pueden socializar, aprender muchas cosas, entretenerse sanamente y entrenar ciertas habilidades cognitivas nuevas. Pero para un óptimo desarrollo del cerebro y poder usar las tecnologías de manera crítica y en la medida justa, el cerebro necesita una variedad de experiencias,entre las cuales está la tecnología. Tal como la pirámide alimenticia nos guía en el balance de los nutrientes que necesitamos, podríamos hacer un cuadrado que nos guíe en balance que tenemos quehacer entre las experiencias que necesita el cerebro para su óptimo desarrollo según la cantidad de horas que debemos dedicar a cada una:

horas de sueño,

tiempo de juego libre,

interacciones con los amigos,

ejercicio físico,

ejercicio mental, lectura, aprendizaje

realización de hábitos diarios y cooperación en la casa,

tiempo en familia,

tiempo individual con los padres,

contacto con la naturaleza,

experimentar el silencio y la soledad,

uso de tecnologías

Algunas se pueden realizar en conjunto, por ejemplo aprender un nuevo idioma a través de you tube, satisface la necesidad de aprender. Otras son incompatibles, el tiempo en familia con uso de dispositivos. Obviamente no significa que cada día haya que realizar todo esto, pero ir balanceando durante la semana puede ser una buena idea. Si es intransable las horas de sueño necesarias para el adecuado descanso y limpieza de las toxinas que liberan las neuronas durante el día, y que sin las cuales se ve afectada la memoria, la concentración e incluso el metabolismo.

Si consideras que tus hijos están mucho tiempo frente a las pantallas y te atreves a intentar cambiar ciertos hábitos, te propongo las siguientes estrategias para que se desconecten:

Hacer acuerdos, no imponer sin escuchar. Conversar con ellos, especialmente con los más grandes, y llegar juntos a determinar por ejemplo cuánto tiempo estarán en la TV, teléfono, videojuego, establecer que no habrá pantallas durante las comidas, establecer recordatorios de las reglas de uso, etc. Comprometerte tú también a moderar el uso de las pantallas. Sin duda que nuestro ejemplo será una motivación para cumplir estos acuerdos. Quiero advertir que no me parece adecuado usar las pantallas como premio o castigo por las conductas. Esto les da un poder mucho mayor sobre los niños. Sin embargo, si se rompen los acuerdos en relación a su uso, obviamente parte de las consecuencias naturales puede ser la restricción. Por ejemplo, si se excedió en el tiempo de pantallas un día, la consecuencia puede ser que se descuenta ese tiempo al día siguiente.

Ofrecer alternativas e implicarse. El poder acaparador de las pantallas es tan potente que prohibirlas sin más no servirá de mucho o será fuente de mucho conflicto si no ofrecemos alternativas. Tenemos que pensar en alternativas viables, ojalá atractivas y que ayuden a balancear entre las necesidades de nuestros hijos. Esto requiere implicarnos, pensar lo que queremos y pensar en los gustos de cada hijo. Si se trata de actividades familiares, estar presente. Si son ideas para que ellos hagan por sí mismos, darles el primer empujón, motivando o acompañando. Por ejemplo, si quiero que tenga más contacto con la naturaleza, puedo salir al jardín o la plaza y ayudarles a coleccionar bichos, comentar lo que observamos, hablar de los ruidos y los olores, invitarlos a sentir el viento. Este tipo de acompañamiento los predispone para hacer esto por sí mismos en otra ocasión. Jugar con ellos de vez en cuando, no tiene que ser durante horas. Puede ser algo sencillo, lo importante es que el juego nos conecta y les permite desarrollar nuevas habilidades,aprender, respetar reglas sociales, etc. Proveer de materiales y espacio para expresarse creativamente. Nuevamente, no se trata de grandes inversiones, pero que puedan dibujar,pintar, recortar, hacer un baile, cantar,etc. Para que quieran a hacerlo es necesario que nos demos el tiempo de mirar sus creaciones y mostrar nuestro aprecio. Ver posibilidades de usar las tecnologías de un modo más fructífero y que les ayude a desarrollar un pensamiento más crítico. Por ejemplo, ver una película y detenerla antes del final, luego cada uno debe decir qué cree que va a suceder. Buscar programas, juegos y contenidos más educativos.

Aceptar el aburrimiento de los hijos. Aburrirse es una oportunidad de creatividad y reflexión. No darles altiro ideas de qué hacer ni decirles que es de tonto aburrirse. Decirles que en realidad ustedes también se aburren algunas veces y que no es agradable, pero es normal y espera le algunas veces. Es sorprendente como al cabo de un tiempo descubren nuevas cosas que hacer y hasta empiezan a buscar a los hermanos para jugar en vez de pelear. Una de las cualidades de las personas felices es que son capaces de estar con y aceptar sus sentimientos y emociones negativas. Al aprender esta actitud desarrollamos el autoconocimiento y nos permite salir más rápido de la situación incómoda.

La reducción del tiempo frente a las pantallas se hace de a poco. No esperar que a un adolescente que pasa todo el día pendiente de sus amigos en el teléfono y juega 1 a 2 horas en la consola, se le pueda exigir que acote el uso a sólo 2 horas diarias. Pero se puede establecer un horario máximo en el cual debe desconectarse para cuidar el sueño, o que en la mesa no puede haber celulares, etc. A los más chicos se les puede disminuir las horas de televisión y cambiarlas por un tiempo de juego contigo porque probablemente estarán más dispuestos a cambiar de actividad si tú estás involucrado.

No es tarea fácil regular el uso de las tecnologías para no perder nuestra capacidad de imaginar,crear, reflexionar y vincularnos en profundidad, pero si nos enfocamos en las necesidades vitales de nuestros hijos podemos motivarnos a intentarlo.

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