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Prevención de alcohol y drogas: No más "buena comunicación", necesitamos más CONEXIÓN


Es urgente evaluar cómo estamos enfrentando el consumo de alcohol y drogas en nuestros adolescentes. Muchos colegios y padres están preocupados y tratan de tomar medidas adecuadas para disminuir estas conductas. A su vez, hay organismos estatales que tienen campañas educativas que apuntan a la prevención y existen leyes que prohiben y castigan la venta de alcohol y drogas a menores de edad. Sin embargo, las cifras de consumo son lapidarias y nos muestran que no vamos por buen camino. Somos quintos en consumo de alcohol y primeros en consumo de marihuana en menores de edad.

Uno de los factores más relevantes para la prevención es lo que se llama una "buena comunicación". Pero este es un término tan inespecífico que enfrentados al adolescente en concreto, ya sea en la casa o en el colegio, muchos padres y educadores no saben qué actitudes y habilidades específicas se necesitan para establecer el tipo de vínculo que es protector en la adolescencia.

Hay padres que me dicen "mi hijo me cuenta todo", tenemos buena comunicación. Una mamá me decía que para ella lo importante es que cuando estuvieran curados se atrevieran a llamarla, tenemos mucha confianza. Otros comentan que tienen buena comunicación porque nunca o muy pocas veces discuten y sus hijos nunca dan problemas.

Más que una "buena comunicación", lo que verdaderamente ayuda a prevenir conductas de riesgo es la conexión profunda con el adolescente, que se manifiesta en la capacidad del adulto de poder entender el mundo interior de su hijo o hija y lo que está sintiendo en las diferentes experiencias que va viviendo en esta etapa. También implica una empatía mutua, y esto ncesariamente requiere que ambas partes compartan su mundo emocional. Existe evidencia de que un vínculo seguro que permite al adolescente sentirse visto, consolado y seguro, es la base para sentir confianza al enfrentarse al mundo como alguien valioso. Los jóvenes que se sienten aceptados y se valoran a sí mismos tienen mucho menos probabilidades de caer en una adicción.

Este tipo de conexión se va desarrollado con conversaciones y encuentros, actividades que se realizan juntos. Gracias a los avances de neurociencia sabemos que generan circuitos neuronales en la corteza cerebral, que está madurando en la adolescencia, y son circuitos que desarrollan un tipo de pensamiento más sofisticado y una mayor capacidad de autocontrol.

¿Acaso no es eso lo que queremos que desarrollen para evitar las conductas de riesgo?

No necesariamente hay conexión por el hecho de que te cuenten todo. Muchas veces estas conversaciones son más bien relatos de hechos. Pasó esto, hice esto, pero no se comparten sentimientos, deseos o el punto de vista personal sobre los hechos, que es lo que hace que un relato sea íntimo en vez de superficial. Tampoco es necesario saber todo de los hijos adolescentes puesto que el desarrollo de un espacio de intimidad y privacidad es importante para construir una individualidad. Lo importante es que los hijos sientan a sus padres disponibles para entender y contener en lo que ellos sí quieran compartir.

También el que te cuenten todo como lo harían con una amiga o amigo puede ser signo de una falta de límites que es necesaria. Debe haber una distinción entre las relaciones de padres e hijos y las relaciones que se establecen con los pares, porque el tener una relación de iguales con los padres puede dificultar el proceso de separación que se requiere para construir una identidad personal. Si mi mamá o papá es un par, entonces se quedan sin un modelo de adulto sano.

Que te tengan confianza es importante, y puede ser un signo de una mayor conexión. Sin embargo depende del tipo de confianza o de qué se entiende por confianza. Si lo que entendemos por confianza es que el hijo sabe que los padres estarán ahí para rescatarlo de cualquier problema y evitar que asuma las consecuencias o el fracaso, estamos hablando de sobreportección. En una relación de conexión los padres aprovechan el fracaso como una oportunidad de crecimiento, saben que es importante conectarse también en el dolor y dan lo que el adolescente necesita que es ser consolado, pero no salvado. Dejan que asuma las consecuencias, pero pueden contener emocionalmente empatizando con la frustración o tristeza del hijo o hija. Lo importante en la conexión es que a pesar de los malos resultados o los errores los padres le transmiten claramente que siguen siendo queridos y aceptados. Cuando prima la sobreprotección el mensaje implícito es que no se cree en su capacidad de salir adelante por sí mismo y los adolescentes pueden asumir una posición de víctima que puede perpetuarse en la adultez.

Que no haya conflictos entre padres e hijos adolescentes es muy sospechoso de una relación más bien superficial. Los hijos en esta edad buscan, y necesitan, separase de los padres, y esto genera conflictos. Los padres conectados no tienen miedo a los conflictos porque saben que es una experiencia que termina en un encuentro más íntimo. Los adolescentes se verán a sí mismos como personas capaces de resolver conflictos y entenderse con los demás. Pero además cuando hay conflictos que resolver siempre los sentimientos involucrados deben necesariamente ser expresados y compartidos en la conversación. Como dijimos anteriormente el encontrase en este plano emocional es requisito para una conexión profunda.

Por supuesto que no estoy en contra de la buena comunicación, pero creo que es urgente explicitar y difundir a qué se refiere este concepto cuando de prevención se trata. Por ahora, es evidente que no estamos logrando tener ese tipo de conexión con los adolescentes, las cifras lo demuestran.

No hay medidas de control externo que vayan a funcionar si a los jóvenes no les hacen sentido. Hoy todos quienes tenemos la responsabilidad de guiar adolescentes estamos llamados a satisfacer las necesidades emocionales de los adolescentes si de verdad queremos disminuir el abuso y las adicciones. Gran parte de estas conductas se explican porque cuando hay sentimientos de miedo, rabia, dolor y frustración no reconocidos se buscan formas de anesteciamiento y evasión.

Muchos adolescentes se sienten solos y confundidos en una sociedad de exigencias altísimas, de agendas llenas y un mundo digital invasivo, que no dejan espacio para el tipo de encuentros que se necesitan para que haya verdadera conexión.

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