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¿ES NECESARIO APRENDER A SER PADRES?


Es probable que, al igual que el 100% de los padres y madres de este planeta, hayas sentido que eres lo peor alguna vez. Ya sea porque fuiste muy dura o porque no supiste poner un límite, porque tu hijo te dijo que te odiaba o porque te pegó un portazo, porque sientes que has hecho todo y no ves resultados. Ante todo quiero decirte que eres suficiente! Eres un papá o una mamá suficientemente buena, eres lo que tu hijo necesita.

No significa que nunca cometas errores, ni que no tengas que intentar ser mejor cada día. (Eso so es algo que tenemos que hacer en éste y en otros ámbitos de nuestra vida.) Pero lo que más necesitan los niños de sus padres, no es que los acuesten a la hora perfecta, ni que les den una alimentación balanceada siempre, ni que los estimulen en todas las áreas, ni que logren que se laven los dientes todos los días. Ellos necesitan padres confiados en sí mismos, con una clara identidad parental y desde ahí podemos dar los pasos para introducir cambios y hacer ajustes en nuestras dinámicas para una vida más feliz. Si tú no crees que eres suficientemente bueno, es poco probable que creas que tus hijos lo son.

No hay una sola forma para ser padres, veremos este punto más adelante, pero gracias a la neurociencia y estudios en psicología sabemos que hay unas pocas cosas que son fundamentales. Existe bastante consenso, por ejemplo, en que es más importante el cómo que el qué (dentro de ciertos parámetros de normalidad). Es decir, si en una casa la hora de dormir es a las ocho y en otra a las nueve, lo relevante no es la hora, sino la forma en que se establecen los límites. Porque lo puedo hacer a los gritos y castigos, o lo puedo hacer a través de habilidades que estimulan la cooperación. Tampoco es tan importante si un día estás más cansado y no cumples con todos los supuestos “deberes” de un buen padre, si es que a lo largo del tiempo la relación con tus hijos es de intimidad, afecto y comprensión mutua. En buenas cuentas, lo más importante, y la necesidad más vital de los niños es tener un vínculo amoroso con los padres o un adulto significativo.

Daniel Siegel, neuropsiquiatra y experto en apego, señala en su libro Tormenta Cerebral: “El apego tiene que ver con la seguridad, tanto en la casa como en el mundo...lo básico en el apego lograr que nuestros niños se sientan vistos, protegidos, confortados y seguros.” El apego es algo necesario a lo largo de toda la vida y no sólo en los primeras interacciones con nuestros hijos.

La buena noticia es que para establecer un buen apego con nuestros hijos y satisfacer sus necesidades primordiales se requiere de habilidades que se pueden aprender y desarrollar por la gran mayoría de las personas, y lo más probable es que ya tengas más de una de estas destrezas, aunque no seas consciente de ello.

En un mundo en que la información es infinita y las influencias en nuestras familias múltiples, mantenerse enfocado en las necesidades vitales de nuestros hijos no es fácil. Gloria De Gaetano, Coach Parental y fundadora The Parent Coaching Institute, explica por qué muchas veces nos volvemos locos tratando de ser unos padres perfectos: “Los desafíos para los padres, enraizados en una cultura generada por la industria, los medios y las nuevas tecnologías, surgen de imposiciones desquiciadas que nos hace perder el foco en nuestras necesidades humanas reales.”

En este contexto, la educación o entrenamiento parental orientada al ejercicio y adquisición de habilidades socioemocionales básicas para las relaciones interpersonales, aparece como una herramienta de gran relevancia.

En primer lugar, permite divulgar información importante para cambiar la mirada hacia la infancia y al propio rol como padres. Hoy día existe suficiente evidencia en temas como el apego, el desarrollo del cerebro, la resiliencia, los procesos de aprendizaje etcétera, que debiera revolucionar la forma de educar. Así como les estamos exigiendo a las escuelas que cambien sus metodologías, debiéramos mirarnos como cuidadores y primeros educadores, y evaluar si estamos exigiéndonos lo mismo. No queremos a nuestros hijos sentados ocho horas como momias frente a un profesor, porque sabemos que los niños necesitan moverse, hablar, jugar para aprender mejor. Sin embargo cuando salimos con un hijo esperamos que no corra, este quieto y le damos una pantalla para que no moleste.

La eduación parental también busca desarrollar una mirada más positiva sobre los hijos. Por cultura existe un marcado sesgo hacia la crítica como la forma de educar, lo que nos hace enfocarnos en corregir permanentemente los errores en los niños, pasando por alto sus innumerables logros y aciertos cada día. Hoy día sabemos que para una sana autoestima y buena relación con los padres, los niños (esto también sucede en las relaciones de pareja y laborales) necesitan una mayor cantidad de interacciones positivas que negativas. Al tomar conciencia de conocimientos de este tipo y sus implicancias se pueden transformar actitudes que luego motivarán al desarrollo y ejercicio de comportamientos más positivos.

Un segundo paso, en un proceso de educación parental, es la toma de conciencia de las propias fortalezas y aumentar el uso intencionado de las mismas. La mayoría de los padres y madres saben conectar con las necesidades de sus hijos y tienen bastante desarrolladas algunas habilidades fundamentales para establecer vínculos sanos y satisfactorios. En nuestra experiencia, uno de los obstáculos más importantes para la constancia en el uso de estas habilidades es la falta de autocuidado en los adultos a cargo de niños. Este tema debe trabajarse porque es indispensable para un buen desempeño en el rol de cuidadores. Otro factor que incide en el bajo uso de habilidades innatas, es la confusión e inseguridad en las propias capacidades. Estamos sometidos a muchas exigencias y bombardeados de información, y no siempre es fácil colar y distinguir lo que es adecuado para uno mismo y los hijos. Por eso, los programas de educación parental deben tener un sustento teórico sólido, y estar basados en evidencia. No son autoayuda. En este paso, es muy importante ayudar a los padres a discernir cuáles son las características propias y únicas de sus familias y sus hijos, y cuáles son sus ideales. No hay una sola forma buena de ser padres. Por ejemplo, hay familias más deportistas otras más intelectuales, algunas donde el orden es fundamental otras que sobrellevan mejor la dispersión, para algunos resulta más fácil la crianza en los primeros años y a otros les es más cómodo la adolescencia, hay familias donde ambos padres trabajan otras no, etc. Claro que en nuestra imaginación parece necesario cumplir con todo lo que se nos presenta como bueno, a veces “imposiciones desquiciadas”, como dijimos antes. Mejor es concentrarse en lo que uno hace bien y luego intentar crecer un poco más por otros lados. Esto puede ser un gran paso para terminar con la sensación de frustración frecuente en la que caemos al compararnos constantemente con otras familias o cada vez que aparece información sobre algún tema queno controlamos o manejamos. Desarrollar una clara identidad parental es el mejor esfuerzo que podemos hacer por nuestros hijos. Padres seguros son la base para que los hijos crezcan felices.

También la educación parental, debe no sólo enseñar habilidades en un plano teórico, sino dar espacio para el modelaje, la práctica frente al monitor o mentor y luego, con los hijos en la casa. Todo esto seguido de instancias de evaluación, que permitan a los padres perfeccionar su desempeño. Si, requiere de tiempo y esfuerzo, sobretodo en la adquisición de habilidades nuevas. Aquí no hay atajos. Sería ideal ir a una charla y poder hacer los cambios que quieres, pero es imposible. Todos sabemos que, por ejemplo, es bueno escuchar, pero ¿tenemos claros los pasos que requiere el escuchar activamente? Si no lo ejercito y si no tienes feedback de otra persona que me pueda ver en acción, será poco probable que logres aprender a escuchar con más naturalidad a los hijos. La gran dificultad para asistir a talleres, cursos o sesiones de coaching parental, es la falta de tiempo. Pero hay que pensar que invertir unas dos horas semanales por uno o dos meses, puede generar un impacto que será permanente en las relaciones con los hijos. Los cursos online puede que sean una opción más factible, sin embargo, hay que buscar la forma de hacer el mentoring no presencial. Tampoco es necesario aprender muchas habilidades al mismo tiempo. Se puede ir de a poco. Los padres y cuidadores pueden ver resultados sorprendentes con cambios muy pequeños.

Existen intervenciones individuales y grupales. Las investigaciones dicen que lo ideal es que haya una combinación. Las individuales permiten un trabajo muy personalizado y un entendimiento, por parte del Coach o mentor, del sistema familiar que hace que las destrezas aprendidas sean muy adecuadas a las necesidades particulares. La ventaja de las intervenciones grupales es que se generan instancias de apoyo entre pares. Cuando se comparten experiencias y desafíos, la tarea se hace más llevadera y nos sentimos menos solos. Los vínculos de empatía mutua estimulan y favorecen nuestro crecimiento.

La educación parental puede ser muy necesaria para atender a situaciones problemáticas, y existe bastante evidencia sobre su positivo impacto en familias disfuncionales donde hay riesgos de maltrato y abandono. Pero su importancia va más allá. El desarrollo de habilidades parentales es un camino hacia un mayor bienestar en familias funcionales también. Se ha visto que es uno de los factores protectores más relevante para conductas de riesgo y enfermedades mentales; así como un factor predictor del éxito en general y especialmente de la capacidad de establecer relaciones sanas en el futuro.

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