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Después del Recreo: 3 Estrategias para Regular Emociones en la Escuela

  • Foto del escritor: Fundación  ama+
    Fundación ama+
  • 30 abr
  • 3 Min. de lectura

Suena el timbre y el recreo llega a su fin. En el patio, niños y niñas deben dejar lo que están haciendo: un partido de fútbol, una conversación, un juego de correr. Algunos se adaptan rápidamente: caminan a sus salas, se sientan, sacan sus materiales y se disponen a comenzar. Otros se demoran más: alargan el juego, conversan, les cuesta conectarse con el ritmo de la clase.



En la sala de profesores ocurre algo similar. Hay quienes se adelantan al timbre para estar listos en sus salas, otros prefieren terminar el café. Algunos docentes parecen activarse con energía; otros aún se sienten cargados por lo ocurrido durante la mañana.

Estas escenas tan cotidianas en la vida escolar ilustran la importancia de una habilidad fundamental: la regulación emocional.



¿Qué es la regulación emocional?


La regulación emocional es la capacidad de manejar nuestras emociones de forma que podamos adaptarnos a los desafíos del entorno, sin reprimirlas ni actuar impulsivamente. Es una habilidad que todos usamos a diario, de manera consciente o inconsciente.

Las emociones no aparecen de forma aleatoria. Son respuestas a estímulos externos o internos. Por ejemplo, el timbre puede ser interpretado de forma muy distinta por dos estudiantes: uno puede sentir decepción por tener que dejar un juego que le apasiona; otro puede sentir alivio si se sintió excluido o molestado durante el recreo. Para un profesor, el timbre puede ser un llamado al entusiasmo... o una carga más en un día agotador.



¿Por qué a veces cuesta regular nuestras emociones?


Porque no nacemos sabiendo hacerlo. La capacidad de autorregulación depende de áreas del cerebro como la corteza prefrontal, que no termina de desarrollarse hasta después de los 20 años. Esto explica por qué niños, niñas y adolescentes tienen mayores dificultades para regular sus emociones, especialmente cuando son intensas o contradictorias.



La buena noticia es que la regulación emocional se aprende, y se fortalece desde los vínculos. Cuando un adulto consuela, contiene o modela una respuesta emocional equilibrada, está enseñando con su ejemplo.





¿Las emociones son buenas o malas?


Ninguna emoción es en sí misma “mala”. Todas son señales que nos informan sobre nuestras necesidades o sobre lo que valoramos. Lo que puede ser problemático es cómo respondemos a esas emociones cuando no las reconocemos ni las sabemos gestionar.

Incluso emociones “positivas” como la alegría pueden desbordarse. Un estudiante que viene feliz de ganar un partido y no logra bajar su nivel de excitación en clases, necesita aprender a modular esa alegría. Lo mismo ocurre con un profesor que se enoja tras un insulto: no se trata de eliminar la rabia, sino de regularla para poder actuar de forma formativa y no impulsiva.



3 estrategias de regulación emocional aplicadas en la escuela


Aquí compartimos tres estrategias prácticas que puedes usar contigo mismo o enseñar a tus estudiantes:


1. Nombrar para gobernar


Ponerle nombre a lo que sentimos es el primer paso para gestionarlo. “Estoy frustrado”, “estoy triste”, “me siento ansiosa”. Nombrar la emoción reduce su intensidad y abre la puerta a la regulación. 


2. Desvío atencional (attentional deployment)


Consiste en cambiar el foco de atención para disminuir la intensidad de la emoción. Podemos hacerlo alejándonos de un estímulo que nos activa o distrayendo la mente con respiración, naturaleza, contar hasta 10 o moverse. También podemos ayudar a un estudiante a enfocarse en otra actividad que le permita calmarse.


3. Reevaluación cognitiva (reappraisal)


Esta estrategia implica cambiar la interpretación que hacemos de una situación. Un docente insultado puede pensar: “este estudiante me está atacando” o “este estudiante tiene un problema y no sabe expresarlo de otra forma”. La forma en que interpretamos lo que ocurre impacta directamente en la emoción que sentimos.


Modelaje adulto


Los estudiantes aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice. Si los adultos muestran que pueden sentir emociones y regularlas, están enseñando desde la experiencia. Una disculpa, una pausa o una pregunta genuina son gestos poderosos de regulación emocional.



Conclusión


Las emociones están presentes todo el tiempo en la escuela. No podemos eliminarlas, pero sí podemos aprender a reconocerlas, entenderlas y canalizarlas. Enseñar regulación emocional no es solo una herramienta para el bienestar individual, sino una estrategia clave para mejorar la convivencia, el aprendizaje y el desarrollo integral.

Porque cuando una escuela enseña a regular emociones, también enseña a construir comunidad.


Si quieres aprender más sobre las emociones te invitamos a descargar nuestro EMOLAB un pequeño manual sobre la ciencia de las emociones y diversas actividades para aprender a regularlas. 




 
 
 

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