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No podemos pedir peras al Olmo.


Muchas veces se señala como causa de la mala calidad educativa la mala calidad de las y los docentes. Pero ¿tienen nuestros docentes las condiciones necesarias para desplegar todas sus capacidades?


La última encuesta Voces Docentes V, realizada por Elige Educar, mostró que las y los docentes trabajan, en promedio, 11,5 horas extraordinarias no remuneradas a la semana.


Este dato es sumamente preocupante y debería llevar a modificaciones urgentes del sistema educativo para avanzar en calidad y equidad en educación. Este dato nos permite comprender los altos índices de estrés y burnout, la alta tasa de licencias por enfermedades asociadas al estrés, los preocupantes niveles de deserción en esta profesión y la disminución creciente de matriculados en carreras de pedagogía.


No podemos pedir peras al olmo. No podemos pedir enseñanza de calidad a docentes estresados y agobiados, porque absolutamente nadie, puede mostrar su mejor desempeño en esas condiciones. Así lo muestra la evidencia y numerosas investigaciones sobre el estrés crónico en general y sobre su impacto, en particular en las profesiones de cuidado, entre las cuales se encuentra la docencia.


El estrés crónico genera daños a nivel físico y mental, inhibiendo el adecuado funcionamiento de zonas del cerebro que se encargan de la regulación del comportamiento y las emociones, la resolución de problemas, la memoria, la creatividad y la atención, entre otras.


En especial nos preocupa este tema porque hoy se están tratando de implementar cambios en la sala de clases y en el currículum para fortalecer el aprendizaje socioemocional de estudiantes. Para los equipos escolares esto puede significar aún más estrés, porque estos cambios no van acompañados de las medidas necesarias para crear culturas escolares que se requieren instalar previamente para un adecuado desarrollo socioemocional.


En nuestras intervenciones en diversas comunidades escolares muchas veces nos encontramos con equipos escolares que perciben el aprendizaje socioemocional como una carga más a sus labores. Es evidente que el estrés crónico de los adultos es una piedra de tope para cualquier avance en este ámbito, cuya relevancia hoy día nadie discute.


No podemos pedir peras al olmo. No esperemos que nuestra educación cambie, si no transformamos al olmo en un peral.




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